LA CLAVE DE LA TÉCNICA PIANÍSTICA
El piano lo toca el corazón y las puntas de los dedos.
El instrumento se sonoriza con el impulso de la energía del corazón que el músico pone en la ejecución. Lo demás, el hombro, el antebrazo, incluso la palma, están relajados al máximo y sirven de conductores.
EL IMPULSO NACE EN EL CORAZÓN
¡El corazón ha de cantar, abrir de par en par sus puertecillas de los 144 castillos interiores!
La energía de los dedos, a su vez, no se dicta por la fuerza física, sino por la psíquica. Es inútil levantar los dedos sin disponer de esta energía interior. ¡Lo decisivo es el impulso! Y detrás del impulso está el concepto.
¡Olvidaos de los pasajes técnicos! Si en el movimiento de los dedos no se manifiesta la energía espiritual interior, el resultado será un disparate.
¡Nada de técnicas, sino multiplicación de la energía espiritual! Cuando el pianista alcanza la altura de espíritu debida, los dedos empieza a trabajar casi automáticamente.
La condición para que haya energía interior es un corazón abierto. Por ejemplo, es mejor entender el staccato como energía enfatizada y el legato como energía suave-melodiosa.
Todavía más decisivo es que los castillos interiores canten. Que el intérprete, aún sin tocar las teclas, literalmente trine como un ruiseñor en su interior. Que en él suene el canto del univérsum de la sabiduría, amor, bondad y paz.
La energía psíquica es más importante que la física. Y más importante que estas dos es la energía espiritual: la concepción y la visión.
Es importante la idea que se realiza con ayuda de la energía liberada a través de los dedos. Es importante el impulso interior que sale del espíritu. Es importante la esfera en la que se encuentra el ejecutante. Lo restante solamente da impulso desde esta esfera, y es dictado de lo alto.
Extracto del libro "El Crescendo del Bien" de Juan de San Grial
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