NEUHAUS: "Y QUISIERA HACERME...SANTO"

Y quisiera hacerme... santo... en el más viejo y más nuevo sentido de la palabra 

Si yo tuviese las capacidades geniales en algún campo de la vida y actividad espiritual -en filosofía, poesía, literatura, en alguna de las múltiples manifestaciones del arte... -mi secreta nostalgia por la 'santidad', mi sueño jamás realizado por servir al bien, solo al bien, por someter todos mis pensamientos y actos a la idea del bien; todo eso 'se pondría en su lugar', ya que sería el contenido de mis hechos, con el mismo derecho con el que 'las palabras del poeta ya son sus hechos', según la precisa definición de Pushkin...

Heinrich Neuhaus 'Diario de los últimos años'

    Neuhaus, músico hasta la médula, intérprete virtuoso, pedagogo-metodista genial y fundador de una nueva escuela de piano (la mitad de los profesores de piano del Conservatorio Tchaikovskiy de Moscú son sus alumnos), escribe en sus diarios aquello que quisiera alcanzar ¡LA SANTIDAD! "Si yo poseyera el don de la santidad -escribe- lo abandonaría todo, dejaría la música y me entregaría exclusivamente al servicio del bien, el bien en su aspecto puro...".
  ¡El defiende la santidad como EL BIEN!
  Hablando con rigor, es el bien al que ha servido toda su vida en su lengua amundana musical.
  Heinrich, hijo de Gustav, no era solo un genio en el piano, en la literatura, o en los diarios, no era un simple amigo de Asmus y Pasternak, sino un CANDIL ESPIRITUAL.
  Estaba, no tanto movido por el amor hacia la música, como por el amor hacia la gente. Pero aspiraba al amor espiritual, mas allá de sus formas mundanas.

  En mi vida encontré centenas de músicos profesionales, conozco los destinos de muchos de ellos.  No conocí a ninguno que quisiera hacerse santo. Los había que tenían interés en el esoterismo, la magia, lo oriental, el Tíbet... Pero no recuerdo ni un caso en el que alguien deseara asemejarse a Buda, a Epicuro, a Cristo o a Francisco de Asís.

  ¡Así, el músico de los músicos, al parecer, la personificación del genio musical... desea hacerse superior a sí mismo!
  "¿Qué quisiera ser yo?" -se pregunta Neuhaus- Y sin temer ser puesto en ridículo, a ser llamado viejo mojigato, a que le recuerden sus 'mujeres y vino', escribe en su diario: "Yo quisiera hacerme santo... en el más viejo y en el más nuevo sentido de la palabra".
Es decir, en exceso 'hacer el bien en su aspecto puro'.
  Heinrich dijo: "Los tontos gastan años para alcanzar la virtuosidad, pero no es esto lo que emociona a la gente. ¡Es una pérdida inútil de tiempo!".
  Pues la música se encuentra en otra cosa ¡no en la virtuosidad, sino en la EXPRESIVIDAD!
  Para alcanzar al expresividad, hay que ser rico espiritualmente: saber qué decir; tener cierta sabiduría, corazón; amar a la gente. ¡Una multitud de cualidades son necesarias para que vuestra música llegue al corazón del hombre!
  Los músicos no tienen en cuenta esto. En sus interpretaciones prevalece el lado técnico. La música se cruza siempre más con la tecnocracia. La música se ha convertido en una variedad de Juegos Olímpicos: "¡Más rápido, más alto, más fuerte!" ¡Es inadmisible!
*
  Falk[1] sentía la música de modo absolutamente genial. No podía aguantar la ‘palabrería musical’, así llamaba a la velocidad de los dedos procedente de Liszt. Falk amó a Chopin. Dijo que nadie podía tocar Chopin excepto Neuhaus.
  Un día estuvo en el concierto de Neuhaus en la Sala Menor del Conservatorio. Sus amigos dijeron: “¡Parece que Neuhaus se ha equivocado muchas veces! ¡Había notas falsas! Falk respondió: “Pues, ¿y qué? ¡Que se equivoque! Heinrich tiene la mano pequeña, le cuesta tocar una octava. Pero tiene un gran corazón. Otros tienen los dedos largos como tentáculos, pero corazón escuchimizado”.
Al conocer esta historia he empezado a amar a Falk.
*
  En su edad tardía, Neuhaus, un año o dos antes de su muerte, escribió en sus diarios: “Si no fuese por la música, me iría a un monasterio y me haría santo”.     El señor Heinrich quería alcanzar la perfección espiritual para recibir la revelación de la música, accesible a muchos.
  La palabra ‘santidad’ está trivializada sobremanera ¡No aspiramos a la santidad, sino a la PERFECCIÓN! ¡La diferencia está en que la santidad viene del ascetismo, y la perfección de la bondad!
  
          (Extracto del libro ‘El Piano como Orfeón’ de Juan Amadeo)



[1] Robert Falk –Pintor, amigo de Richter y Neuhaus. Nota del traductor.

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