LA MÚSICA ES SUPERIOR A LAS NOTAS

  Es menester que el músico venza dos principales ilusiones de este mundo: el espacio y el tiempo.
  La notografía imprime e inculca tácitamente esta ilusión espacio-temporal. Como si fuera la música manifestación de un espacio determinado en el tiempo. Cada nota tiene su lugar reservado en el pentagrama, así que la sucesión de las notas en el tiempo aparentemente es música.
  Nada de eso ¡LA MÚSICA ES SUPERIOR A LAS NOTAS!

Autógrafo de Mozart, de su propio catálogo de obras: mostrando primeros compases del concierto 23
  
¡Las notas se han de vencer! No hay que ligarse a ellas ni considerar que tecleándolas ya has tocado música. Las notas son más que símbolos y hay que conocerlas no simbólicamente sino vivas.
  Cuando tocamos fijándonos en las notas nos hallamos en el cosmos inferior, que es todo menos un mundo musical, es solo el sonido frío racionalista de las esferas zodiacales, que son fatales y destructivas para el ser humano.
  La música empieza cuando superamos el orden espacio-temporal -la indicación notográfica- y empezamos a leer de lo alto, desde la esfera (la llamamos espiritualmente pakibitié, el divino estar) en la que no hay tiempo, donde el tiempo está superado.
  ¡Una paradoja! Debemos extraer sonidos en una sucesión determinada, pero hacerlo como si todos hubieran sido extraídos sonando juntos desde el divino estar, en su concepto divino. Es entonces cuando la música que se desenvuelve en la Tierra se acerca al sonido celestial.
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  Con intención de esclavizar definitivamente al intérprete, le dicen: primero debes seguir literalmente lo que está escrito en la partitura. Segundo, debes tocar al estilo que se te está inculcando. Existen un estilo y una manera establecidos, así que ten la bondad de no salirte de los marcos de este estilo. Un paso a la izquierda, uno a la derecha ¡ya será un motín! 
  ¡Una trampa más! 
  Los intérpretes, por hallarse en esta esclavitud doble, no pueden liberarse de ella, por eso entran en crisis ¡Incluso en las cadenzas no pueden mostrar libertad y divinidad! Hay un patrón en vigor: debes tocar al estilo concedido a cada compositor por un cierto sanedrín musical.
  La interpretación tropieza con unos marcos que no permiten expresar la plenitud del contenido y poner en marcha el concepto. Los aspectos de la obra están programados de antemano, encarrilados.   Y ya no hay manera de desviarse. No queda ni un grado de libertad.
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  Mirándolo bien, no es posible apuntar la música de forma verdadera. Cualquier sistema de transcripción es siempre indicativo y aproximado. ¿Por qué? Por ser formalizado.
  Los signos de la carretera indican determinada velocidad, forma de circular, dirección. Puedes conducir así o de otro modo. Pero el conductor siempre pasará de modo diferente por la misma carretera con las mismas señales de tráfico. Cuando haya niebla, será de un modo, cuando haya hielo, de otro, cuando haya nieve, uno distinto.
  Del mismo modo, las notas son señales, la vida es una carretera y nosotros transitamos por ella. Aun con todo nuestro deseo, no conseguiremos siempre hacerlo del mismo modo.

(extracto del libro 'EL CRESCENDO DEL BIEN')

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