Tocar con el corazón
Extracto del artículo de Ludmila Dobrosmyslova
El piano de cola no es solo un instrumento para extraer
bellas resonancias, sino que es, según define Juan Amadeo, un altar
musical. El lugar sagrado para un heraldo, defensor y adepto de la cultura
musical que es capaz de transfigurar el mundo. Con su ayuda se descubren
sentimientos arquetípicos, universales y sempiternos. No casualmente Piotr
Tchaikovsky llamó un día a Mozart ‘cristo musical’. La música es el lenguaje de
las divinidades. Despierta las raíces arquetípicas profundísimas del hombre, hace
vibrar y descubrir su alma, evitando barreras psicolingüísticas y racionalistas
abrazadas por la palabra.
Por eso fueron desterrados y perseguidos los minnesíngeres,
los rapsodas, los bardos, los menestriles. En Rusia: cálicas andantes, escomoroji, bufones de ferias, tocadores
de gusli que hacían llorar o reír, afligirse o alegrarse, indignarse o
elevarse. Su creatividad oral, que burlaba el ojo vigilante del censor, influía
en la esfera emocional-sentimental del hombre, eliminando los ‘bacilos del mal’,
limpiando y aclarando las esferas espirituales interiores, es decir, realizando
una catarsis.
El piano de cola no es solo un instrumento para extraer
bellas resonancias, sino que es, según define Juan Amadeo, un altar
musical. El lugar sagrado para un heraldo, defensor y adepto de la cultura
musical que es capaz de transfigurar el mundo. Con su ayuda se descubren
sentimientos arquetípicos, universales y sempiternos. No casualmente Piotr
Tchaikovsky llamó un día a Mozart ‘cristo musical’. La música es el lenguaje de
las divinidades. Despierta las raíces arquetípicas profundísimas del hombre, hace
vibrar y descubrir su alma, evitando barreras psicolingüísticas y racionalistas
abrazadas por la palabra.
Por eso fueron desterrados y perseguidos los minnesíngeres,
los rapsodas, los bardos, los menestriles. En Rusia: cálicas andantes, escomoroji, bufones de ferias, tocadores
de gusli que hacían llorar o reír, afligirse o alegrarse, indignarse o
elevarse. Su creatividad oral, que burlaba el ojo vigilante del censor, influía
en la esfera emocional-sentimental del hombre, eliminando los ‘bacilos del mal’,
limpiando y aclarando las esferas espirituales interiores, es decir, realizando
una catarsis.
En el Grial Musical
La manifestación del catarismo en la creatividad musical
profesional está expresada con mayor plenitud, según la opinión de Juan de San
Grial, en las composiciones de Mozart, Beethoven, Tchaikovsky y Haydn, cuyas
obras él mismo interpreta, con un amor insuperable llamado Minné (de esta
palabra derivó el término minnesinger).
Su interpretación es grabada en CD para poder ser escuchada
por miles de oyentes que anhelan oír la voz de una confesión mínnica
divinamente revelada, que rompe los estándares y patrones establecidos de la
actual percepción del mundo y abre los castillos interiores del hombre,
extremadamente sagrados. Si uno recurre a la música que trae la purificación de
todas las manifestaciones negativas: la música que predica el bien, el amor, la
belleza no terrenal, la pureza; se vencen las quimeras y tentaciones.
¿Cómo llegar en la interpretación, al Mozart original y
auténtico? ¿Cómo concebir lo que no está
escrito en la partitura? ¿Cómo evitar el maratón de laureados que provoca a los
jóvenes intérpretes a tocar de forma rapidísima, virtuosísima, sin adentrarse
mucho en el sentido espiritual de las obras y convirtiendo la música en una
sección más del programa olímpico?
El intérprete debe tocar —dice Juan Amadeo—, de modo
trascendente, y no de modo inmanente, incluso para sí mismo. Se han de romper
todos los patrones. Olvidar todas las prescripciones de tocar forte, piano,
crescendo, disminuendo. Todas estas cualidades debe tener en su carácter.
Tocar con el corazón
‘La música verdadera toca las vivencias y los pensamientos
que están ausentes en el orden mundial actual. De una manera u otra, se
encuentra inevitablemente con los misterios de la espiritualidad de la cruz
cátara. Es necesario escuchar la música desde dentro. Entonces, el intérprete
podrá sentir tanto ‘más alto’ como ‘más bajo’, surgirá en él de manera
involuntaria, espontánea y supraconsciente. Suena un discurso dulcísimo. Cuando
hablo, no pienso en cómo suena la frase, en voz alta o baja, sino solo en cómo
expresar el pensamiento…’.
Hay que romper el estereotipo: ‘el conservatorio de grado
elemental-medio-profesional-superior, de postgrado-cátedra…’, ‘pueden tocar solo
los que han terminado los estudios de postgrado, los elegidos’.
¡La música no está destinada para salas de concierto, sino para hacer música en casa!
Mozart y Beethoven no escribían para intérpretes
concertistas, los inaccesibles laureados, sino para que las personas simples
pudieran tocar su música. Propongo ‘hacer arados de las espaldas’: dejar de
producir cañones y tanques, para fabricar miles de especies de nuevos
instrumentos musicales. En el momento de desear expresar algo, tomar en las
manos un instrumento y cantar’.
Juan Amadeo es un ferviente partidario de tocar con la
partitura, prescinde del aprendizaje de memoria (empolladura) que activa la
memoria informativa. Él mismo no toca más que con la partitura. Se ha de ver
primero, luego de activar el oído interior y oír, leer y sonorizar. Tiene
razón: mejor tocar con la partitura las 32 sonatas de Beethoven, que estar
durante medio año aprendiendo una sola de memoria.
El piano posee una inaudita cantidad de colores sonoros,
matices, sobretonos. Por desgracia, la práctica moderna de interpretación se
contenta con poco, sin gastar el rico potencial del instrumento o, tal vez, sin
saber cómo usarlo.
Los métodos misteriosos de la extracción de sonido están
vinculados con la implicación del corazón. El cuerpo es un transmisor de
vibraciones divinas, un instrumento directo; hacen falta los dedos del corazón,
las manos del corazón.
Es indudable el vínculo entre la espiritualidad y la técnica
de interpretación: el corazón cerrado automáticamente pone en tensión las
manos, los codos: todo intérprete, en particular el principiante, debe sentir
libertad de movimiento y la autonomía del aparato. Mientras tanto, no se puede
limitar en los marcos del sistema métrico: necesita respirar, sentir lo natural
del discurso musical, percibir las cesuras, la libertad agónica. Cualquier
pasaje debe ser comprendido con la expresividad de su pronunciación, si no,
será manido.
El oyente como resonador
Cada intérprete tiene su propia aureola, su color, su nota, mientras que el oyente no percibe solo con el oído, sino que es también un resonador, una cierta caja armónica, una cuerda que vibra al unísono.
Descubriendo las regularidades de la creación del
intérprete, Juan de San Grial no los caracteriza usando los estándares
comúnmente aceptados y gastados, sino que inventa nuevas características, de
manera paradójica, pero muy precisas. Son admirables sus expresiones, tales
como ‘ritmo arrítmico’ ‘consonancias disonantes’, ‘melodía polifónica’ y muchas
otras. No tengo dudas de que
enriquecerán la experiencia terminológica
de la pedagogía musical, igual
que su nuevo libro El Piano como Orfeón,
que descubre profundísimos componentes arquetípicos del arte musical.
La problemática de la democratización del sistema de
educación musical, su accesibilidad, eficiencia, la utilidad de largos períodos
de estudios en el conservatorio; estos y otros temas siguen siendo abordados
por Juan Amadeo durante sus encuentros con personalidades culturales y
activistas de la educación musical. Constantemente se encuentra en las entrañas
de acontecimientos y problemas que conmueven a los pedagogos, intérpretes,
melómanos. Con un vivo interés, está dispuesto a debatir sobre cualquier tema,
contestar a cualquier pregunta, ayudar y aconsejar.
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