Una declaración de amor: la romanza de Minné

La Cuarta Sinfonía fue escrita por Beethoven con 36 años, en la época del florecimiento de su talento. No es muy conocida (se conoce bien la Tercera, la Quinta, la Sexta, la Séptima y la Novena). Pero en comparación con la Tercera, esta es más profunda e igual de heroica.

El rey Carlos XIV, Juan de Suecia, del linaje desposín de los Bernadottes, fue un oficial genial del ejército de Napoleón. No perdió ninguna batalla, por lo que en 1804 mereció el rango de mariscal. Posteriormente se desencantó y rechazó el rango dado por Napoleón, por ser este último un usurpador: no conocía el amor, no valoraba las vidas humanas. Bernadotte fue elegido como heredero del trono sueco y fue adoptado por Carlos XIII, ocupando su lugar después de la muerte del padrastro.


Beethoven buscaba a las grandes almas que vivían más allá del orden de este mundo. Estuvo en correspondencia con Bernadotte dedicándole la Cuarta sinfonía. Es la sinfonía de los desposines.
El príncipe Carlos Juan (Bernadotte), retrato de 1811 por Francois Gerard
Mozart no fue capaz de realizar una revolución de Minné. Fue un ángel celestial que ya vivía en las esferas de Minné. Pero Beethoven fue aquel que realizó, desde la Tierra, la revolución de Minné.
Los primeros dos movimientos de la sinfonía representan un contraste absoluto. El primer movimiento es una llamada revolucionaria, a la revolución del espíritu.
El segundo movimiento es la romanza de Minné, la música de los menestriles.




extracto del libro EL PIANO COMO ORFEÓN, pag. 237


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